sábado, 12 de marzo de 2016

Pequeñas reflexiones de los días 7 y 8

Hace años que dejé de tener una relación amable y entusiasta con mi hijo mayor.

Lejos quedan aquellos momentos en que era un tesoro insustituible para mí...

Pero sigue siendo mi hijo... Es grande, es responsable, es temperamental...pero es sensible.

Es el que menos atención recibe por mi parte...

Sin embargo, el más pequeño se lleva el premio por ser el príncipe de la casa. Parezco una lapa para él pero, desde luego, a quien adora es a su madre... ¿Debo extrañarme por ello? En absoluto.

Por otro lado, el mediano acapara una gran parte de la atención precisamente por ese carácter de rebeldía natural que enarbola desde que nació.

Por lo tanto, el mayor presenta un déficit de dedicación algo sonado...Se le cree más autónomo, menos necesitado, más libre...pero él de algún modo percibe que quienes son objeto de atención son sus hermanos... Por un motivo positivo o negativo, pero al fin y al cabo puede comprobar que los momentos de conexión con él son muy escasos.

¿Sigue siendo un niño en el fondo? Bueno, está en edad especial...rozando los 18 años.

No debo perder de vista a mi hijo... No debo perderme de vista a mí mismo.

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  Unas cuantas prácticas y útiles ideas:

     - No pensar por los demás. Nadie sabe lo que piensa alguien hasta que no lo comunica.
 
     - No anticipar acontecimientos negativos, ya que producen sufrimientos innecesarios.
 
     - Cuando descubramos algo negativo, lo bueno es pensar que "menos mal que sé eso que antes no        sabía"

Sí, ese "Menos mal" puede hacerme mucho bien.