miércoles, 24 de abril de 2024

Salvar la espesura

     No es la primera vez que me autocritico por mi creciente falta de contención... Algunas personas la llaman "incontinencia verbal", pero yo creo que tiene más que ver con una actitud con mayor amplitud de contextos y no se limita a un exceso de locuacidad por mi parte.

    Soy muy dado al disfrute personal individual aunque también comparto bonitos momentos con otras personas. El espectro social ha cobrado en mi vida dimensionamiento gracias a las tecnologías y yo he caído en las zarpas del 'wasap' y de las redes sociales... No las condeno, pero tampoco hago buen uso en numerosas ocasiones, precisamente por la falta de contención a la que me he referido al principio.

    En el día que precede a la confección de este artículo he tenido al menos tres ejemplos de incontinencia verbal y psicológica.

    El primero, abriendo mi baúl emocional a mi cuñao chico quien, acuciado casi dramáticamente por los efectos que ocasiona la actual depresión de mi hermana, me expresa su impotencia puntual al faltarle alivio dado el encierro padecido en las últimas tres semanas por los cuidados y atención que ésta necesita o por experimentar aquél frustraciones en el trato o relación con sus hijos, acostumbrados a notar una cohesión admirable en la imagen de pareja que sus padres suelen mostrarles y que ahora languidece por faltarles aunque sea efímeramente ese bastión hiperactivo que encarna la madre de la casa, convaleciente ahora tras desparramarse todo su aguante y entereza... Y mi cuñao chico, en su hondo desahogo, vio en mí a alquien que no es del todo férreo y cató mi vulnerabilidad y me planteó si realmente soy feliz con quien convivo o si voy a ser honesto de una vez y apostar por una nueva vida que me permita sentirme más dueño de mis decisiones pese a que el mal trago de un inevitable duelo o sufrimiento se cierna tras ese paso al que me he negado siempre...y al que me sigo resistiendo.

    Una segunda oportunidad de "exceso pensativo" se produjo al final de un ensayo con el grupo Los Boomers, justamente al recoger los cables e instrumentos y ordenar el local cuando, en ese trasiego de movimientos responsables, aprovechamos a través de desenfadadas conversaciones para tocar cuestiones ajenas a la música sin ser del todo conscientes del riesgo de provocar que surja un tema de debate que divida al grupo en dos segmentos ideológicos... Tácitamente casi acordamos en su momento no sacar a colación asuntos políticos precisamente en aras de preservar la amistad o al menos el buen ambiente entre compañeros, pero sucede que a veces es inevitable hacer alusión a la política aunque sea en una burda referencia al sueldo que cobran los miembros del Congreso. Y fue el cantante quien, comparando el sueldo de una persona normal con el de un servidor público, dijo que un diputado como Gabriel Rufián cobra 120.000 euros al mes. A mí me extrañó y así lo manifesté. Su respuesta fue tajante y aclaratoria: JL decía haberlo consultado incluso en el portal de transparencia. Confío en él y nada puedo objetar por tanto. Sin embargo, la alusión nominativa a un político independentista casi abre la espita de la discusión que no me gusta provocar, pero me siento obligado a responder a los insultos que empiezan a asomarse desde las entrañas de mis amigos musicales por no compartir los ideales del señor Rufián y por resultarles inconcebible que alguien que "odia a nuestro país" reciba semejantes emolumentos como un parlamentario más... Mi reacción es contenida y tímida, pero pretende ser clara y les digo que este hombre es mejor persona de lo que ellos intentan mostrar y les digo que no es tanto pretender por su parte separarse de España como aspirar a un modelo político republicano... No soy experto... Tampoco estoy seguro de que sea exactamente así, pero sí que es verdad que admiro a Gabriel Rufián por otros pensamientos y declaraciones mucho más alejadas del independentismo de las que otros grupos o representantes políticos preconizan.

       Como tercer ejemplo de espesura rutinaria, traigo a la palestra un incidente culinario. Había concertado cita con Fran Mateos a las 9:45 de la mañana de hoy miércoles 24 de abril de 2024. No tengo nada apuntado para esta nueva terapia, pero tal vez mucho que decir y expresar. Sin embargo, por cuestiones logísticas de cara al cuidado de mi suegra recién intervenida de una de sus rodillas, Macarena me pide adelantar la cita a las 9:10 para que yo haga compañía a su madre en el hospital Virgen del Rocío a partir de las 11:00... No hay problema en cuanto mi psicólogo admite ese adelanto... Pero hay que hacer la comida, por lo que tras cenar, al llegar a casa después de ensayar, me dispongo a preparar unas lentejas con chorizo en la olla eléctrica. Buena improvisación que paradójicamente responde a un inusual instinto de previsión... El problema es que el proceso de elaboración tarda más de lo esperado y a mí se me caen los ojos de sueño... Como está programado el proceso, éste acaba y se puede quedar así una vez pasado el tiempo. Pero para poder abrir la olla sin riesgos provocados por la presión del calor, es necesario dejar transcurrir unos minutos... Lo reconozco: el sueño me vencía y me acosté aun a sabiendas del riesgo de pastosidad que podían sufrir las lentejas si permanecía la olla mucho tiempo cerrada... Aunque me acosté a las 00:30 aproximadamente, a las 3:30 me desperté por una extraña pesadilla relacionada con el otro grupo, Numerus Clausus: tenía que prepararme para cantar, tocando al mismo tiempo un ukelele, la canción "High and dry", de Radiohead, y justamente antes del concierto me doy cuenta de que no he ensayado lo suficiente y para colmo no tenía impresa la letra de la mencionada canción... Sueño surrealista total, pues no creo que Radiohead sea santo de devoción de Numerus Clausus... Pero pesadilla al fin y al cabo que provoca mi habitual desfile de pensamientos y tormentos entre los que se encuentra mi preocupación por haber abandonado a su suerte las lentejas con chorizo... Este desastroso pero voluntarioso amo de casa se levantó sin dudarlo para cerrar con el maximo cuidado la puerta del dormitorio donde quedaba Macarena afrontando el natural descanso de esa hora y más necesario que de costumbre al haberse acostado resfriada y con fiebre (la feria y sus "excesos"...) y, poniendo el mismo esmero en pro de la conservación del más absoluto de los silencios, abrió la puerta de la cocina para acometer la ansiada apertura de la olla de lentejas con chorizo... Y efectivamente: espesas como nunca... Hay salvación: dos fuentes y distribución equitativa de las lentejas con sus respectivos trozos de chorizo dulce. No estaban quemadas ni pegadas, así que agregar la cantidad justa de agua propició que cobrasen un aspecto suelto y conservasen además el sabor adecuado que las siguiera haciendo atractivas para ser consumidas una horas más tarde.

    Siento visualizar tanto barro en mis relatos, pero es una forma de confesar que entre mis defectos toma con mayor posición la proliferación de anécdotas muy proclives a meterme en charcos de todo tipo, a desatar mi lengua en cuestiones privadas y personales y a manejar con cierto despropósito labores tan asiduas como preparar la comida para mí familia... Pero pese a ello, el atasco, el amontonamiento emocional, el bloqueo de los sentimientos, la colisión de posturas partidistas, la espesura de la comida...tienen remedio con voluntad y acción. De todo se sale. De todo se aprende.

    

       


    

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