Fue una sesión acordada sin especial motivación. Por supuesto, con motivos, con razones de peso, con agrado, pero carecía en apariencia de urgencia.
Javier ya había tenido dos sesiones con Fran Mateos y es justo decir que algún avance había experimentado en la forma de relacionarse con su madre, pero ocurre que somos poco constantes y ni él ni yo aplicamos la máxima de repetirnos el mensaje que nos permita interiorzar el "truco" que nos lleve a la aceptación total del carácter de Macarena: "1º) Ella es así; 2º) No puede remediarlo o evitarlo; 3º) Lo hace por tu bien.".
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El caso es que Javier entró en crisis y la tutora llamó a Macarena para decirle que se había extrañado de los resultados de la segunda evaluación: tres suspensos y sin entregar ciertas tareas. La madre casi colapsa con la noticia y, tras encajarla, justifica a su hijo diciendo a la servicial profesora que puede que la causa del descenso en el rendimiento se deba a que hemos estado a punto de separarnos...
Es una justificación quizás en señal de defensa de nuestro hijo, pero es muy probable que debamos ahondar en el problema que no es tanto que haya suspendido como que nuestra relación haciendo aguas haya afectado a nuestro hijo más joven que tiene muy cerca terminar 2º de Bachillerato y al que en definitiva le haya podido sumir en un estado cercano a la tristeza y al bloqueo.
Lejos de reconvenirle por sus calificaciones, nos acercamos para preguntarle si había algún problema, tal vez yo más precipitadamente que Macarena quien hizo gala de su pragmatismo (sereno en esta ocasión) y le invitó a organizarse y a estudiar con mayor concentración en un lugar más ajeno a la dispersión o las distracciones. Y el chaval hizo caso. Ahí está poniendo de su parte sin cuestionar el consejo materno, pero sí que reincidiendo en su proceder desordenado siendo esto origen de un par de episodios de tensión entre madre e hijo, lo cual me llevó a procurar una tercera sesión con nuestro psicoterapeuta sevillista.
Pero Javier "no tiene el día" y declina mi propuesta y Fran Mateos, amablemente solícito, me invita a que quedemos para respaldar mi propio proceso de mejora personal.
Como fije al principio, no había un motivo particularmente acuciante para visitar a mi tocayo asesor, pero vi en su ofrecimiento una oportunidad para tratar varios puntos y uno de ellos era por supuesto el propio Javier.
Fran Mateos considera probable que Javier no entienda bien las cosas y que debería tratar de comprenderlas sin recurrir a la memorización pues, en el momento en que falla una sola palabra, lo demás se tambalea... Así que es mejor que trate de entenderlas y explicarlas con sus palabras. De hecho, me contó que tenía una paciente de la misma edad de Javier y le había dado ese consejo ante el resultado de seis asignaturas suspensas, logrando aprobarlas todas en la actual evaluación.
Y respecto a la discusión de Javier con Macarena, el ambiente se hacía insoportable hasta el punto en que, trasladándoles a una clínica dental donde ambos tenían cita, tuve que exigirles calma dado el riesgo de que me transmitieran esa tensión tan perjudicial para la conducción segura que hay que cumplir en todo momento al volante de un coche. Pero no quise perder la oportunidad de decirle a mi hijo delante de su madre que no es normal que sea tan desordenado incluso en un día en que tenemos una cita y que, pese a yo aceptar su falta de orden habitual. él debía admitir tal defecto y poner remedio. Él respondió en un tono algo enojado que lo admitía, pero sorpresivamente pasó al silencio cuando le expresé que no lo consideraba tonto y que, al contrario, era listo y que por eso mismo yo no entendía esta falta de actitud más organizada y que le llevaba a encontronazos continuos con su madre.
Por este motivo, Fran me recordó los tres puntos cruciales para aceptar a Macarena: "1º) Ella es así; 2º) No puede remediarlo o evitarlo; 3º) Lo hace por tu bien.".
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El segundo apartado que yo llevaba anotado era Macarena y mi tocayo abordó por enésima vez mi resistencia a aceptar su diferente personalidad. Debería verla como un complemento:
- Tú eres sensible, bohemio, poco práctico - me decía Fran Mateos - Ella es el contrapunto a tu personalidad.
Me dijo que debo aceptar que realmente la quiero aunque no tanto como cuando estaba enamorado.
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Hedonismo era el tercer punto previsto de forma improvisada en mi libreta camino de la consulta... Fran me dijo que debía pasar página de verdad en el sentido de que aquella oportunidad pasó, que no quise aprovecharla por mi mujer y que aquella oportunidad tiene a otra persona y que por supuesto no quiere saber nada de mí.
En este apartado, surgió un tema delicado, personal e íntimo: el de mi "libido". El psicoterapeuta, lejos de preocuparse, no sólo le restó importancia, sino que creí ver en su reacción algo de ensalzamiento y aprobación por sentirme vivo ya que demuestro tener salud y ganas de vivir y porque considera que la sexualidad es individual y sana.
Tras tantos años juntos, he de valorar que mi mujer me gusta fisicamente. El terapeuta sevillista me asegura que hay hombres que aborrecen a sus mujeres tras un largo tiempo de convivencia y piensa que yo quiero a la mía más de lo que creo, no debiendo compararme con su grado de enamoramiento ya que ello me hace sentir en deuda con ella.
He de tener en cuenta los pasos que estoy dando: "más cariñoso...más tolerante".
Me exijo demasiado en general:
- Debo darme permiso a tener fallos y ser humano.
- Mi naturaleza es distinta a la de ella: mi concepto de "disfrute" frente al suyo de "que no nos falte de nada".
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Para terminar...el tema de mi madre y mis recuerdos de ella... y brotaron cosas y surgió...mi padre... Y aquellos brotes de sensaciones escalaron desde un nivel de enigmática apatía hasta un punto donde el abismo emocional se atisbaba desde unos ojos que empezaron a humedecerse...
...porque esa inquietud aséptica sobre mi falta de añoranza, amor y cariño hacia la figura de mi madre seguía chocándome ya que, tras su muerte hace casi 11 años (8 de mayo de 2013), no he derramado aún una lágrima por ella. Esto lo plasmé en una conversación con mis hermanas y posteriormente en un post en otro blog al que di el título de "Ni una lágrima".
Suena burdo, ¿verdad?... Suena injusto... No parece natural... Todo el mundo recuerda a su madre: "como mi madre, nadie cocina igual"..."mi madre era la mejor del mundo"..."la echo tanto de menos"... "la echo en falta a cada segundo...".
La cuestión es que ignoro el porqué de mi falta de emoción, de cariño o anhelo...y lo plasmo y no lo dejo estar, no lo dejo fluir, no lo asumo como algo natural aunque atípico.
Fran Mateos irrumpe en mi secuencia de autoacusaciones para sentenciar a mi favor y dictar que "no se puede obligar a los sentimientos". Mis padres no podían obligarme a nada respecto a los sentimientos...
...y yo le vuelvo a decir que no lloré por mi madre tras morir y pese a que ella fue la mayor sufridora en vida que he conocido...pero sí que experimenté por mi padre sensaciones tras su muerte (2 de abril de 2001), siendo prueba de ello que aparecía en muchos de mis sueños viviendo solo en un piso oscuro y a mí eso me llevó a conmoverme. "Murió" en vida cuando yo contaba sólo con 13 años... y, sin embargo, cuando murió realmente cuando yo tenía 34, vinieron mis reacciones emocionales...
Y efectivamente, avergonzado ante el eficiente psicólogo, mis ojos ganaron humedad...y lo peor fue que mi voz empezó a quebrarse mientras contenía a duras penas la proliferación de lágrimas al mismo tiempo que reconocía que en el caso de mi padre sí tuve recuerdos emotivos y sentía no haberme portado bien con él pues fui frío y gélido y mi corazón le rechazó justo iniciando mi adolescencia hasta muchos años después, tras su muerte.
Tal vez no sea éste el post adecuado para explayarme sobre mi propia autocrítica por no rendir un homenaje justo a la memoria de mi madre, mujer que me dio la vida y que me dio una extraordinaria lección en tiempos aún no democráticos cuando, contando con sólo 8 o 9 años a lo sumo, increpé a una señora musulmana en Melilla que se hallaba trabajando en el portal del bloque donde vivíamos por llamarme la atención y pisar el suelo mojado que acababa de fregar...
Yo era el encargado habitual de "hacer los mandados" en casa y venía desde la tienda de Ismael, propiedad de una familia también musulmana que siempre me trató con un especial cariño desde que era casi un bebé y me llamaban Paquito y todo era amabilidad, buenas palabras y simpatía con un chaval que mucho tiempo atrás, quizás con apenas 5 años, había recibido el ataque de una gata que defendió instintivamente la integridad de sus cachorros al verlos en brazos de Paquito acurrucados por éste tan pequeños y entrañables bajo el hueco del mostrador por donde se accedía al interior de la tienda... Mis propios brazos llenos de arañazos quedaron grabados en mi memoria y quizás han sido siempre un motivo de excesivo respeto ante la presencia de gatos en mi entorno.
Tomo el hilo del relato del episodio donde se produjo la discusión con la mujer ataviada con el tradicional ropaje marroquí, que recuerdo de color blanco aunque no especialmente claro, para los menesteres de su momento laboral y, tras atravesar el mojado portal, ésta me recriminó el poco cuidado que puse al pisotear el trabajo por ella desempeñado... Yo iba cargado con las bolsas de la compra y semejante reproche no me sentó nada bien... Así que, tirando de soberbia y orgullo, no me quedé callado pese a lo niño que era... Y las voces llegaron a los atentos oídos de mi madre que se hallaba en el primer piso donde vivíamos:
- ¿Qué ocurre, Francisco Javier?
- Nada, mamá...que me ha reñido la mora por pisar el portal cuando he entrado con los mandaos.
- Claro, es que has pisoteado el suelo que ella ha fregado y así no se habla además a una persona.
- Pero si es simplemente una mora, mamá...
- Da igual, Francisco Javier: todos somos hijos de Dios. Y esa mujer merece el mismo respeto. No vuelvas a referirte así a ninguna persona.
Éste es el mejor recuerdo de mi madre... Importante, grande, noble, humano, piadoso, razonable, solidario...
Sin embargo, en mi corazón, no hay un pálpito emocional que despierte en mí el más leve estremecimiento por cariño o aprecio.
Lejor de rendir un tributo a mi madre, traje a colación ante Fran Mateos la conversación con mis hermanas siempre tan generosas en palabras y recuerdos positivos hacia nuestra progenitora contrastando con mi apatía emocional como hijo. Les narré ciertas agresiones, pero no estaba seguro si éstas eran el motivo de mi falta de recuerdos cariñosos...
Realmente yo no siento rencor o creo no sentirlo, pues trato de poner en la balanza el hecho de que ella me dio la vida, me alimentó, me cuidó, se preocupó de que fuera educado y rindiera en los estudios, sufrió por mi frágil salud tal vez atormentada por el recuerdo de la repentina muerte de su hija Inmaculada con sólo 4 añitos...
Sin embargo, me referí a palizas, agresiones...y las sigo percibiendo como injustas a pesar de que multitud de personas pertenecientes a mi generación dan por buenas tales muestras de violencia ante un simple rechistar o una conducta ligeramente desviada.
No me remuerde la conciencia por no sentir cariño por mi madre, pero de modo objetivo tal vez pretenda exhibir mi injusta nula memoria cariñosa para con ella.
Fran Mateos intenta corregir mis pensamientos.. No se me puede obligar a ciertos sentimientos...
Cuando con 13 años, mi corazón cerró las puertas a mi padre fue porque lo que hizo no tenía cabida o no encajaba en mi mente... Y si con mi madre no tuve, al cabo de los años de tanto menosprecio por parte de él hacia ella, más empatía y cariño, puede que fuera porque lamentase que ella no le hiciera frente y fuera tan pasiva... Pero hasta esa dejadez la veía yo normal... Ella no sabía hacer otra cosa que estar en casa y hacer lo propio que se presuponía que le correspondía, Eran otros tiempos, ¿verdad?... Pero, ¿por qué sigo sin ponerme en su lugar y arrancarme un minúsculo jirón de amor hacia ella?
Lo dejo aquí... Esto empieza a ser tóxico pues no identifico mi sentimiento o quizás sí tenga clara localizada la clara falta del mismo. Me falta quizás aceptarlo.
Y Míster Fran me ayuda con su mensaje:
"Cometes el fallo de sentirte culpable por los sentimientos. Y los sentimientos no son voluntarios, sino consecuencia de lo que hagan las personas por nosotros...No se puede querer a la fuerza... Recuerda que la condición de la culpa es querer hacer daño y tú no has querido hacer daño ni a tu padre ni a tu madre. Cero culpas. Y aceptar que lo que se siente no puede ser impuesto por parentesco, sino que es consecuencia de nuestro comportamiento"
"Palizas... El miedo no es compatible con el amor"
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